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La España de los traductores

TRADUCCION SIMULTÁNEA AL SENADO

Siete intérpretes se encargaron ayer de hacer comprensible para todos la Torre de Babel del Senado.

El cordobés Montilla obligó a Chávez ponerse un «pinganillo» para entender que las relaciones «entre España y Catalunia peligran».


El «pinganillo» está en uso en el Senado desde septiembre de 2005, cuando entró en vigor el empleo de las lenguas cooficiales en la Comisión General de Comunidades Autónomas, con traducción simultánea al castellano.

Hay pinganillos de dos tipos: uno discreto, como un botón que queda oculto en la oreja y logra la ilusión de que en el salón de plenos convertido en Torre de Babel todo el mundo se entiende a la perfección sin aparatos externos; y otro más grande que rodea y engancha toda la oreja. El primero está reservado para el Gobierno, las Comunidades y los senadores, que se lo colocan con facilidad y cierto disimulo, como si en el fondo se avergonzaran de necesitar un intérprete para saber lo que está contando su compañero de partido. El segundo es para la prensa e invitados, y es imposible disimular su uso.

Ayer estaban todos los pinganillos preparados sobre cada asiento en el antiguo salón de plenos de la Cámara Alta, para poder seguir la comparecencia de José Montilla y el posterior debate en cinco lenguas: castellano, catalán, gallego, euskera y valenciano. La España plural era en realidad la España de los traductores: cada cual hablando en idioma distinto, y todos traducidos a la lengua común: el castellano. Siete traductores se encargaron ayer de esa tarea: dos para el catalán, gallego y euskera y uno para el valenciano. El del valenciano se lo podían haber ahorrado, no porque la consejera de la Generalitat Valenciana no reivindicara la «lengua propia» de su Comunidad, sino porque optó por hablar en castellano. Así los diputados y senadores socialistas pudieron entender muy claras sus palabras cuando culpó al Gobierno del bloqueo en la renovación del Tribunal Constitucional y cuando acusó a Montilla de preocuparse sólo cuando se puso de manifiesto que la sentencia sobre el Estatuto de Cataluña no iba a ser como él deseaba.


«El coste de los traductores en las siete reuniones de esta legislatura puede rondar los 45.500 euros»



Bolsa de 25 traductores

El Senado tiene una bolsa de 25 traductores e intérpretes, a los que recurre según se convocan reuniones de esta Comisión. La única referencia al coste de los traductores en una sesión como la de ayer hay que buscarla en la convocatoria del 23 de octubre de 2008. Aquel día la traducción costó 6.500 euros, según datos del Senado. Esta legislatura ha habido siete reuniones de la Comisión General de Comunidades Autónomas, la única donde se permite hasta el momento el uso de las lenguas cooficiales en cada Comunidad. El gasto en traductores, según el dato de referencia, ha sido de unos 45.500 euros hasta ahora.

José Montilla Aguilera, natural de Córdoba y presidente de la Generalitat de Cataluña, obligó a Manuel Chaves, representante del Gobierno junto a Celestino Corbacho (y Gaspar Zarrías, que se sentó a su lado sin ser ministro), a ponerse el pinganillo discreto para entenderse. Así el vicepresidente tercero pudo escuchar a través del intérprete que «las relaciones de España con Cataluña» se dañarán seriamente con una sentencia adversa sobre el Estatuto. Montilla obligó a trabajar a los traductores de gallego y euskera al pronunciar unas palabras en esas lenguas para pedir respeto y protección para el patrimonio cultural de cada Comunidad. El presidente extremeño, Guillermo Fernández Vara, que escuchó a Montilla con mucho interés, o eso pareció, pero sin ponerse pinganillo y sin aplaudir luego su discurso, tomó la palabra básicamente para reconocer que él no había sido capaz de explicar a su madre, de ochenta y tantos años, para qué servía esa reunión. Vara, junto a Francesc Antich (Islas Baleares), que habló en catalán, y Vicente Álvarez Areces (Principado de Asturias), fueron los únicos jefes de gobiernos regionales que acudieron ayer a escuchar a Montilla. El consejero madrileño Francisco Granados optó por utilizar el castellano castizo: «Con la que está cayendo y estamos perdiendo el tiempo aquí 17 Comunidades Autónomas. ¿Creen que un catalán se levanta por la mañana y piensa que su principal problema es saber qué pasa con el Estatut?». Los senadores socialistas protestaron con algún grito de «¡fuera!», sin necesidad de intérprete ni siquiera para Carod Rovira, atento al fondo de la sala a todo lo que hacía su socio de Gobierno, el cordobés Montilla.

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